miércoles, 19 de octubre de 2011

Ya te fuiste...

Ya nada es lo mismo ahora que mis sentimientos se fueron de vacaciones. Ahora que ya te fuiste y que no volverán a existir voces en mi oido... ni frases sin sentido ni tampoco seres humanos capaces de vivir junto conmigo en un mundo artificial. Las cosas se fueron diluyendo; se me fueron como agua entre los dedos; escapando siempre y huyendo cobarde. El miedo es inminente y sólo me queda refugiarme entre aquellos árboles deshojados que llamo el adiós de los muertos. ¿Porqué la soledad? Te fuiste.
Te fuiste... y una vez más te fuiste.
Valor.
¿Cómo se comporta el miedo a la soledad?
Se traiciona solo mi corazón; carcomido de recuerdos y mil confusiones. Yo te amaba tal cual era en la utopía; en los sueños eternos en dónde solías pasearte por semanas buscando mi alma. Ya te fuiste.
Quemando papeles entre fogatas medio muertas. El corazón me lo arrancaste por mera cobardía. Ahora tengo amistades que aparecen desde los resquicios de cenizas y sin saber me he metido otra vez en el error más grande: haberte conocido. Tu quisiste mirarme a los ojos aquella noche de lluvia infinita; yo accedí... pero ahora la soledad me hace recoger los restos de tu adiós; por la cobardía... ya te fuiste. Triste mi alma que ahora deambula sola, incapaz de saciar aquella sed de algo que ni siquiera sé como mierda se llama; enclaustrada entre mis mayores anhelos; se llama amor... lo que jamás encontraré entre los mortales. Euforia cerebral y cortocircuito en mis neuronas. Culpable es como me siento queriendo recordar cuantas veces me abrazaste diciéndome que todo era presente; presente que quiero retener en mi corazón, pero que arrancaste otra vez en indiferencia... al irte.
¡Quédate! Tan solo un soplo de viento nocturno... una vez más... convénceme de que es tan solo un sueño y que de nuevo despertaré a tu lado. Creo que ya no me lo darás ¿cierto?
No sé que te hice para que te hayas ido. Tan sólo un suspiro sale desde mis entrañas reclamando un pasado que jamás será futuro, entre marañas de confusiones. Pero entre todas aquellas confusiones ya sólo sé una cosa: quiero morir pensando que el amor existe, aunque sea lo último que me deje este esmero de carta guardada bajo mi brazo; y que no quieres leer por miedo al rechazo fúnebre del adiós.
Mírame a los ojos y sólo dime que fue un juego, para que ya no sufra más la herida que dejaste clavada con euforia en mi cuerpo mallugado de heridas sangrantes de malos recuerdos. Dime que fue un experimento fallido. Dime que el mirarme a los ojos te da miedo. Dime que ya no importo. Dime que puedes dejar caer la última botella solo. Y dime que ya no me amas y que no te acuerdas de mi ni en sueños.
Dime que ya no me amas.
Dime que ya te fuiste.

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