jueves, 30 de diciembre de 2010

En el Limbo (Sátira)



















Las cosas se dan por que existe una naturaleza necesaria para que existan y también porque existe un Dios que provoca que aquellas cosas se muevan gracias a una osmosis dinámica, lo cuál sólo está sujeta por los sentimientos.

Aprendí tantas cosas en el transcurso de la vida loca y absurda; pero también aprendí cosas durante mi vida apasionada y absorta de amor verdadero y placentero.

Adiós a la mierda aprisionante del abismo sin fin, adiós a las mentiras ocultas y a las frases mal terminadas, adios a la tristeza y la pena, adiós al sufrimiento y adiós al placer sin amor... las cosas están como están; plasmadas en mi mente frescas, pero a la vez borradas y rasgadas por dagas hirientes que no quieren volver a sufrir.

Adiós a una etapa de mi vida llena de odio, amor y desamor.

Adiós a una vida más.

Creo que en esta vida sólo he tenido dos... tan sólo dos vidas que se completan y generan la utilidad que le pertenece a cada ser humano para ser partícipe de una sociedad cruel y de mierda; la cuál es construída para el hombre, pero no es capaz de adaptarse a él; pisándonos las colas siempre, como queriendo traicionarnos y a la vez ponernos en el lugar opuesto de nuestros sentimientos...

Por qué las personas no son como yo? A veces pienso que sólo basta un pequeño ápice de egoísmo para que este mundo acabara en el más caliente infierno. Motivos para amar y otros para odiar: me quedo con el primero... te amo, y lo único que sé es que el mundo no puede obviar todo aquello que ocurre en la naturaleza del corazón. Husmeando en lo pequeño del alma para encontrar un reflejo que me recuerda a tí... y así lo he hecho! Y está vivo...!

Te amo, te amo... Así termina un año, una vida... un sentimiento de mierda que será reemplazado por aquel febri y ardiente pasion de primavera; que odia lo cursi y estúpido de la poesía clásica; que da lugar a la mejor sátira y antipoesía como es el amor: si, el amor es una antipoesía, pues no te das cuenta de la que amas hasta que lo odias...

domingo, 12 de diciembre de 2010

La Canción que aún no se ha cantado.


Palabras cruzadas en el tiempo y espacio, pero que jamás se concretan. Llueven indirectas, pero jamás las palabras se vuelven concretas. Necesito un espacio para guardar tu voz... un lugar donde no se me olvide tu rostro, y otro donde recuerde el porqué se esta situación.
Cansada de cansarme, momentos que no lo son, sino situaciones absurdas en las que quisiera meterme dentro de una maleta y viajar tan lejos sea posible...
No conozco mi libertad mental, a veces se me ocurren mil formas de cambiarlo, pero mientras más creo que puede ser así, menos posibilidades existen y el tiempo corre como la chispa incesante de la dinamita; absorta de pensamientos impuros y maliciosos, como si obligasen al mundo a cambiar su suave color azul por un rojo intenso lleno de furor y ardiente furia.
Jamás se cansa, de eso estoy segura... Cómo mierda hacerle entender! atrapada entre la espada y la pared... esa misma espada que me diriges al atacarme, mientras que la pared, en lugar de protegerme me limita y deja sin espacio... quitándome mi libertad.
Otra vez entre espinas de rosas rojas... tan bellas a la vista, pero tan horribles al suave tacto de mi mano malherida de ellas... malherida de falsedades que jamás saldrán a la luz... mordida por pensamientos y mutilada por la verdad que me sigue incesante a cada rincón de mi cuerpo. Pero no puedo delatarme... Soy una hoja en blanco, una pared sin pintar, un barco sin dueño... un sueño sin cumplir.
Sólo quiero dormir, dormir y despertar cuando todo haya acabado... dejarle el trabajo al tiempo que se encargue de reparar las cosas invisibles que deja el amor; heridas abiertas y mal cosidas... cuando llegue el momento del olvido se cantarán canciones amargas, pero alegres, con suaves melodías que clamen la gloria, y aunque en sus letras cuentes historias épicas de dolor y desamor; su mensaje interno de alegría dejará atrás la prosa moribunda de un pasado tormentoso y de sutil amargo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Mientras menos cosas tengo que decir, más hablo; y mientras menos cosas tengo que hacer más hago y menos siento la satisfacción que busco en las cosas...
A veces me gustaría encontrar una puerta que diga "Mundo Normal" y meterme ahí un rato, a ver si se me pasan este tipo de estupideces que están tan confusas en mi mente.
Pero es que si me pongo a indagar e interrogar a mis neuronas ellas dan cuenta de que todo realmente es culpa mía, y que no debo hacerle daño a nadie echándole la culpa de cosas que yo he hecho... Creo que jamás me entenderé, y jamás nadie lo hará.
Me sería útil hacerme amiga de una persona que no piense, que no escuche, que no sienta ni que exista, ya que de esta forma podría vaciarle el contenido de mi cabeza encima sin que se alarme por el tipo ni la cantidad de cosas que hay en ella.
Sería, además, muy fácil poder ponerlas en cloro para limpiarlas... mmm, creo que eso las dejaría más limpias, blancas y sanas...
O tal vez ponerlas todas en un tarro y coleccionarlas, a ver si algún día valen algo y poder venderlas en un museo exótico... aunque pensándolo mejor existen ideas mucho más sensatas que las mías que no están en ningún tarro de ningún museo.

Sólo espero encontrar un espacio en mi vida que me permita hacer que todo lo oscuro se detenga y deje de involucrarse en mi mente... o lo más probable es que estalle...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El Impacto

Resuelto en una marea de dolor y escarmiento tenaz se lanzó en la cama desesperado y cerró los puños eufóricos alrededor del rostro. Jamás lo hacía, pero de vez en cuando, supuso, los hombres también lo hacen. Boca arriba miraba un techo imaginario que le devolvía la mirada un tal James Dio que por solo una sola vez en su vida no lo haría olvidar las complicaciones y terribles perdiciones que se habían propagado por su frágil corazón. Pero una lágrima, triste y solitaria intentó en vano rodar por la mejilla; se quedó clavada ahí, ingrávida en el saco lagrimal entumecido, emitiendo temblores que emanaban desde su alma.
Creyó que jamás olvidaría el rostro de Emily dormido contra el suelo de piedra, ojos abiertos y una mirada perdida que sólo Dios observó en el momento de su ida.
Recordaba a ratos situaciones absurdas con ella; como vistos a través de un visillo; nublados y confusos. No podía hacer memoria de la última vez que habían vivido algo alegre... era quizá porque el último infortunio había terminado por acabar con su vida para siempre.
Enfurecido y lleno de rabia se levantó y observó que todo en su habitación le recordaba a ella; desde los libros sobre su velador, un corazón recortado por ella en donde sus nombres estaban separados por una elegante "y", una foto de ambos en la playa riéndo de cosas sin sentido, un lápiz de tinta que tenía una cinta rosa enroscada alrededor, como queriendo aferrarse aún a su vida... pero sobretodo, lo que más le hacía crecer la angustia por dentro fue una foto de ambos en el Salón del Automóvil en la capital; ambos miraban a la cámara sonrientes y detrás un deportivo Bmw con luces y reflejos brillantes e irónicos, la cuál se encontraba pegada con cinta en la pared, nada más casual y media oblicua. No pudo reprimir dos lagrimones enormes y contundentes que resbalaron ansiosos hasta sus zapatillas deportivas. No podía creer que el sueño de su vida le había arrebatado la vida a la mujer que le había dado tanto, a la persona que alegraba su alma en medio de tanta tristeza y desesperación... a la única mujer que había amado en toda su vida.
Todo fue rápido. La velocidad. El auto. Los gritos de Emily... el impacto. El cinturón de seguridad siempre fue para ella algo absurdo... quizá ya nunca más lo será también para él...