domingo, 13 de noviembre de 2011

Dos Almas


Y de las sombras surgen dos almas que se miran. Se observan y se tocan. Apogeo de sensaciones y curiosidad en la mirada.

Se sonríen.
Ríen a carcajadas.

Sentía un alma el cosquilleo incesante en su ilusión. La sonrisa se acentuaba.
La otra alma reía con ella. Esta era de color blanco.

Encima del cielo hacía correr el lecho de un río caudaloso, que bañaba con sus aguas los cabellos del alma blanca. La otra alma es negra, pero buena. El color negro es bueno, pues es la noche la que nos ayuda a dormir entre medio de primaveras que bailan silenciosas.

Corre una brisa y las almas tiritan de frío; pero no les afecta, pues se abrazan.
Las estrellas se caen sobre ellas, asechando con ella la oscuridad inminente. Cierran sus ojos con las manitos entrelazadas, sobrecogidos por su deseo de vivir.

El alma negra viste al alma blanca con una seda que caía desde las estrellas; la cubre del frío de la noche y ambas se miran. Hay brillo en sus ojitos mojados de emoción. El alma blanca le susurra canciones que en antaño solían dormir a las bestias. Ahora ellas están juntas y acurrucadas viendo como las estrellas titilan en el silencio.

El alma blanca besa al alma negra.

Y mañana saldrá el sol en lo alto, vigilante que acompaña a dos almas que caminan juntas de la mano.




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viernes, 11 de noviembre de 2011

Vestida de Blanco

Cuando siento a los pájaros, en su trinar, me entristece no poder cantar. No poder reír. No poder sentir que de verdad quisiera que el mundo dejara de hacer girar mi vida... tan sólo un momento, ¡por Dios! tan sólo un momento.

Ya no hay pasado siquiera que pisar; pues mi presente fue cambiado, y ya no hay vuelta atrás. Sólo miro hacia adelante con la esperanza de volver a sentir los rallos del sol sobre mis alas rotas; que el tiempo rebelde ha ajado con la torpeza con la que me han tratado las horas en las que no estoy en casa.

La fuerza para reír se me atragantó cuando aceleré bruscamente el ritmo del latido de mi corazón; y desde ahí ya no soy la misma... desde ahí que recojo a rastras las migajas de vida pasada, que intento pegar de nuevo encima de mi piel gris... pero ya es muy tarde; es muy tarde para retrasar el reloj que marca mis horas encima de una vida senil en cuerpo de niña. Absorta de leerle cuentos al destino y de falsificar las firmas que creía me llevarían a la gloria... Ahora sólo quiero respirar un poco de aquel aire azul que emanaba de la gracia con la que solía bailar.

Pero la sensación se ha ido.

Sólo me queda vestirme de blanco una vez más para retratar al pasado con mis pupilas dilatadas de tanto llorar, deseándole al destino el feliz paso por el universo tan acongojado de tenerme viviendo junto a él.